Hasta el Final de los Tiempos

Sin título probable

Si habéis jugado a la ruleta, sabréis que como se juega bien es apostando todo al rojo o al negro, o a pares o impares. Si hacéis la apuesta más segura, las ganancias serán mínimas. Si hacéis una apuesta más concreta, las probabilidades de ganar disminuirán considerablemente.
La vida funciona igual. Puedes apostarlo todo a rojo o negro y tendrás las mismas probabilidades de ganar que de perder. Puedes perseguir también metas simples y sencillas, en las que sea complicado que las probabilidades se pongan en tu contra. O puedes echarlo todo a un número y tener pocas probabilidades de acierto.
Pero si apuestas una y otra vez al mismo número, éste acaba saliendo. Porque todo es probabilidad en el juego. Porque todo es constancia en la vida. Y cuando llega el momento en el que las probabilidades te favorecen, el premio conseguido compensa todo lo apostado y es realmente satisfactorio.


DEYZ, Anixel

martes, 28 de octubre de 2014

26. Sigue soñando

ACTUALIZACIÓN, 22/JULIO/2023: Es un sueño muy raro y bonito (así lo recuerdo, porque no me atrevo a releer la entrada) que tuve con una persona con la que me obsesioné mucho. A día de hoy le guardo cariño y pido perdón por lo mal que la pude hacer sentir.

Me expulsaban de un inmenso castillo, con lámparas de velas enormes, cuadros extravagantes pintados por todas las paredes y unas escaleras de espiral que yo bajaba corriendo.
Sabía que estaba soñando y habría preferido observar ese escenario tan curioso en el que mi mente había cuidado hasta el más mínimo detalle, pero decidí escuchar a mi intuición de salir pitando de aquel lugar.
Al llegar abajo del todo, vi a una anciana con una verruga en la nariz, en plan bruja de cuento de niños y, detrás de ella, una de las personas más importantes de mi vida.
Aunque tengo esa parte del sueño un tanto borrosa, recuerdo, más o menos que tuve que salir volando del vestíbulo porque comenzó a perseguirme un "pequeño" ejército de hombres vestidos completamente de negro. Así que salí, crucé un típico puente grande y gris de piedra, de no sé cuántos metros de altura y corrí por un valle en zigzag, esquivando  flechas con fuego (muy emocionado, porque sólo es un sueño muy "real") hasta perderme en un bosque con un camino muy simple; sólo tenía que seguir recto y acabaría llegando al lugar que me deparaba aquello, que yo intuía que sería de nuevo el castillo, pues me había dejado algo muy importante atrás.
Por el camino, muy nublado, me encontré a unos bichicos muy simpáticos que se ofrecieron a echarme una mano porque decían que sabían cómo ayudarme a salir de allá porque vivían en aquel lugar tan bonito, donde, al menos yo, me escaparía a despejar la mente.
También me encontré a Oswald, que es un personaje de mi libro favorito (Memorias de un Amigo Imaginario). Es un hombre muy alto, con chepa y manos con dedos muy largos. Viene acompañado de un perro pastor alemán. Porque sí.
En un momento dado, nos aparece por detrás un león más grande que yo sin levantarse. No parece que vaya a atacar, pero por algún motivo, Oswald y "su perro" se dirigen hacia él. El león les ataca y yo lo tengo casi encima.
Oswald hace su parte heroica, al igual que en el libro, y yo consigo clavarle mi espada (llevaba un par) en la boca, saliendo ésta por la cabeza.
Comienzan entonces a aparecer todo tipo de monstruos, pero yo escucho un tren y salgo corriendo entre las plantas que rodean el camino.
Al salir de allá, ya no hay niebla y hace un día soleado y con brisa fresca.
He llegado a unas vías y ya llega el tren, de vapor y muy chu-chu-chuli. Al final de los vagones hay una especie de "cuadrilátero", que supongo que es para llevar cargamento, me subo, abro mi macuto y entre lo de siempre, veo un plátano, que me como mientras disfruto del viaje  y veo el castillo a lo lejos, bajo la típica nube negra y morada de los cuentos para niños ya mencionados.
Al llegar al vestíbulo, veo a la bruja ésta y todos sus soldados fusionarsr en un dragón negro enorme, como una mezcla entre el dragón de La Bella Durmiente y el dragón azabache de Dragon Quest VIII: El Periplo del Rey Maldito, pero mucho más grande.
Lo atraigo a que me ataque corriendo alrededor de toda la pared, hasta que toda la torre se desmorona sobre el dragón, hiriéndolo de muerte.
Yo estoy en el pequeño pasillo que lleva desde el vestíbulo al resto de zonas. Subo torres y las vuelvo a bajar buscando a esta personita, pensando que es increíble que un sueño dure tanto sin forzarlo ni un poquito y que sea tan completo y "real".
Ya ha dado la noche. La encuentro en una terraza, con el cielo estrellado y una bonita luna creciente. La nube negra y morada ha desaparecido. Se gira y me sonríe. Está preciosa.
Yo dejo mi macuto, mochila y demás cosas caer. Nos acercamos el uno al otro muy lentamente hasta abrazarnos muy fuerte, acariciándonos con ternura.
Al separarnos, nos cogemos de las manos y se acerca a mí muy despacio. Noto como sus labios se acercan a los míos y atesoro cada fragmento de esa "realidad". Nos besamos y siento un cosquilleo por todo el cuerpo.
Salimos de allí cogidos por la espalda y, por algún motivo, un autobús pasa para recogernos.
Nos sentamos en los penúltimos asientos a la izquierda. Yo le cedo la ventana, cosa que no hago con cualquiera porque, aunque es una tontería, me encanta el lado de la ventana.
Allí, nos abrazamos, nos acariciamos y acabamos besándonos una vez más.
Y entonces me dijo:
-Quédate conmigo. Sigue soñando.
Pero me desperté. El sueño había acabado. Bueno, había sido muy agradable y "lleno" todo.
En fin, "los sueños, sueños son". O eso dicen.

DEYZ, Anixel