Hasta el Final de los Tiempos

Sin título probable

Si habéis jugado a la ruleta, sabréis que como se juega bien es apostando todo al rojo o al negro, o a pares o impares. Si hacéis la apuesta más segura, las ganancias serán mínimas. Si hacéis una apuesta más concreta, las probabilidades de ganar disminuirán considerablemente.
La vida funciona igual. Puedes apostarlo todo a rojo o negro y tendrás las mismas probabilidades de ganar que de perder. Puedes perseguir también metas simples y sencillas, en las que sea complicado que las probabilidades se pongan en tu contra. O puedes echarlo todo a un número y tener pocas probabilidades de acierto.
Pero si apuestas una y otra vez al mismo número, éste acaba saliendo. Porque todo es probabilidad en el juego. Porque todo es constancia en la vida. Y cuando llega el momento en el que las probabilidades te favorecen, el premio conseguido compensa todo lo apostado y es realmente satisfactorio.


DEYZ, Anixel

martes, 9 de abril de 2013

13. Ley de vida

ACTUALIZACIÓN, 22/JULIO/2023: Ya no pienso así.

Cuando me levanto por las mañanas me suelo quedar media hora más en la cama. No por pereza, ni sueño, sino porque me gusta dedicar esos treinta minutos a evaluar la situación y a reflexionar sobre cómo va a ir el día. La verdad es que te ayuda un poco a saber cómo debes tomarte y enfrentar las diversas cosas. Pero no siempre funciona.
Lo cierto es que hagas lo que hagas por la mañana, reflexiones durante media hora o cincuenta minutos, el día siempre va a funcionar de forma independiente a lo que tengas en mente. Y por ello trae consigo sorpresas de todos los tipos; sorpresas inesperadas, impactantes, desagradables, predecibles, maravillosas o simplemente detalles tontos que trae la vida y que no afectan normalmente a nuestro ámbito de decisiones.
Supongo que son estas sorpresas las que hacen la vida, ¿no? No tendría ningún tipo de emoción saber con absoluta o prácticamente absoluta certeza cómo va a salir el día, porque para ello todos tendríamos que ser una especie de robots programados sin sentimientos ni emociones. Y lo que se debe a la existencia de estas sorpresas es la carencia de control por nuestra parte.
No controlamos el tiempo; no podemos modificar el ayer, detenerlo a placer o hacer un mañana a nuestro gusto. No controlamos la naturaleza; no podemos parar un terremoto, la erupción de un volcán, un tsunami o una enfermedad terminal. No controlamos las decisiones de las demás personas, que a veces hacen cosas que no entendemos y quisiésemos ser ellos para poder cambiarlo. Por no controlar, no controlamos ni nuestra propia vida. Podemos salir de casa con la intención de coger el pan del supermercado y caernos por las escaleras o, a media distancia, ser atropellados.
Es ley de vida; nacer, vivir y morir. Pero creo que con tanta sorpresa alrededor nos estamos olvidando del segundo paso. Y lo peor de todo esto es que no sabemos cuándo llegará el tercero.
Es por ello por lo que quiero (necesito) pedir que olvidemos todo aquello que no podamos conseguir. No digo que no luchemos por lo que queremos, sino que si no lo alcanzamos o si no lo conseguimos, no nos quedemos demasiado tiempo en decepción, porque no merece la pena; es una pérdida de tiempo. La vida es demasiado corta como para pasársela amargado (qué hipocresía la mía).
Propongo que busquéis algo pequeño que lleváis dentro. No sé explicar qué es exactamente, pero es algo que llena todo el interior y que no se puede perder; que si lo encontráis, lo tendréis siempre. A partir de ahí, solamente tenéis que hacer lo que os diga vuestro ser. Palabra.
Tal vez no haya tardado demasiado en aprender a ser feliz. ¿Por qué? Por vivir.


Mario Lee