Hasta el Final de los Tiempos

Sin título probable

Si habéis jugado a la ruleta, sabréis que como se juega bien es apostando todo al rojo o al negro, o a pares o impares. Si hacéis la apuesta más segura, las ganancias serán mínimas. Si hacéis una apuesta más concreta, las probabilidades de ganar disminuirán considerablemente.
La vida funciona igual. Puedes apostarlo todo a rojo o negro y tendrás las mismas probabilidades de ganar que de perder. Puedes perseguir también metas simples y sencillas, en las que sea complicado que las probabilidades se pongan en tu contra. O puedes echarlo todo a un número y tener pocas probabilidades de acierto.
Pero si apuestas una y otra vez al mismo número, éste acaba saliendo. Porque todo es probabilidad en el juego. Porque todo es constancia en la vida. Y cuando llega el momento en el que las probabilidades te favorecen, el premio conseguido compensa todo lo apostado y es realmente satisfactorio.


DEYZ, Anixel

lunes, 11 de febrero de 2013

12. Mera palabrería

ACTUALIZACIÓN, 22/JULIO/2023: Ay, Dios, ¿pero por qué nadie me dijo que dejara de ser tan subnormal? No, efectivamente ya no pienso así.

Dije que haría una entrada semanal los viernes, pero hago lo que me viene en gana. Dije que cuando fuese mayor sería astronauta, pero voy para la carrera de Filosofía. Dije que quería ser mosquetero, pero me habré quedado en un D'Artagnan. Dije que la Champions la ganaría el Madrid o el Barça, pero ninguno de los dos llegó a la final. Dije que estudiaría con antelación, pero siempre acabo mirando las cosas por la mañana del examen.
Dije que me iría pronto de Albal, pero llevo nueve años en el pueblo. Dije que no duraría mucho, pero he sobrevenido a todo tipo de caídas y golpes, y he llegado tarde a un tren de Atocha un 11 de marzo. Dije que el odio era un sentimiento horrible, pero todas las mañanas me miro en el espejo y noto una sensación de rechazo. Dije que la amistad verdadera existía, pero ahora lo dudo porque me han fallado en repetidas ocasiones.
Dije que Dios era misericordioso y benevolente, pero sé desde hace nueve años que no existe tal ser todopoderoso. Dije que la homosexualidad era una enfermedad, pero acabé comprendiendo que el enfermo era yo y acabé captando que el amor no entiende de sexo o raza. Dije que cambiaría muchas cosas en el mundo, pero ahora todo me da igual. Dije que todo el mundo merecía una oportunidad, pero ahora comprendo que hay personas que nunca cambiarán. Y también dije que acabaría rindiéndome y claudicando, pero aquí sigo, al pie del cañón.
Y al final, me he dado cuenta de que he hablado demasiado antes de tiempo y de que en vez de actuar, he perdido el tiempo con mera palabrería: ni me he puesto a escribir cuando tocaba (ni lo voy a hacer); ni seré astronauta; ni estudio o estudiaré con antelación; ni me he ido de Albal; ni creo o creeré en Dios; ni la homosexualidad es una enfermedad, ni yo quién para juzgar cómo deben ser las cosas; ni cambiaré el mundo, ni el mundo a mí; ni me rendiré jamás.
Siempre he creído (y lo sigo creyendo) que las palabras son nuestra arma más fuerte. Pueden animar, hacer sonreír, hundir o clavarse como puñaladas. Nosotros elegimos lo que queremos hacer con ellas, y usarlas para el Bien nos ayudará a obrar de forma justa. Pero en ocasiones, eso no basta. Y es que a veces, hay que actuar, porque nos pasamos de la raya hablando y no hacemos nada.
Decimos que haremos muchísimas cosas, y probablemente, las haríamos, pero el caso es que no lo demostramos, ya sea a nosotros mismos o a otros.
Así que os invito a todos a medir nuestras palabras de ahora en adelante, solo decir lo que sintamos realmente como verdadero y demostrarlo día a día.

Como cierto personaje grande, pondré una "frase del momento": "Dije que la vida era una broma, no que la broma tuviera gracia".

Y de paso una canción: http://www.youtube.com/watch?v=EuXtMYBOlbA

Mario Lee

PD: Por favor, perdonad el pesimismo. O no lo hagáis; sinceramente, me da igual.